sábado, 5 de octubre de 2013

LA DOBLE BENDICIÓN DE UN ÁNGEL.

CAPITULO 1.

Asomándose levemente al acantilado logro divisar (No sin esforzarse un poco, debido a la negrura de la noche) el  rio que corría metros y metros más abajo.




La luna llena de esa noche alumbraba el paraje solitario en medio de ese frondoso bosque, iluminando las copas de los árboles y alguna que otra ave que aun buscaba donde guarecerse de la huida del sol.





Ese era su lugar especial y predilecto en el mundo, el que casi nadie conocía, y menos tan bien como él.  Aquí podía venir a reflexionar, lejos del enloquecedor ritmo de la ciudad, de su caos, de sus problemas.

Ferdinand alcanzo a mirar su reloj, eran las 8 de la noche. Jamás pensó que ese lugar en el que tantas veces había ido a divagar o a pasar tiempo con el mismo, sería precisamente el lugar que escogería para abandonar este mundo.

Dirigió sus pasos lenta pero decididamente al borde del acantilado, y mientras lo hacia su vida empezó a desfilar delante de sus ojos, específicamente la última parte, cuando la conoció a “ella”…

CAPITULO 2.
MESES ANTES…

El ruido ocasionado por decenas de jóvenes era notorio en ese parque. El bullicio ocasionado por algunos grupos de jovencitas en la cancha de basquetbol distraía en cierta manera a los jugadores, quienes de sobra sabían que la presencia de ellas era ocasionada no por el interés en el deporte, sino por ir a contemplar a uno de los jugadores en específico, ese de los ojos verdes, tez blanca, rasgos finos y pinta de ser modelo de Dolce & Gabanna.




El joven en cuestión, estaba absorto en sus pensamientos, que no lograba ver el alboroto que se ocasionaba entre sus “fans” cuando tomaba el balón.

Era pues Ferdinand, el centro de atención a cualquier lugar que iba. Hijo de madre estadounidense (por lo cual dominaba perfectamente  el idioma inglés) y un diplomático mexicano (por lo cual dominaba perfectamente el español), era más bien callado, serio, y por demás humilde para la posición económica alta a la que pertenecía. La mayoría de sus amigos eran gente “de pueblo”, y realmente muy escasos, pues más que el dinero, el valoraba en demasía su amistad, y confiar en las personas era algo que no acostumbraba mucho, por lo que su amistad y compañerismo no se lo brindaba a cualquiera.





En una de las ocasiones en que el partido tomó  un receso, pudo observar a uno de sus pocos amigos platicando con una joven de quizás 16 años. Era ella por demás hermosa, y nunca antes la había visto por el lugar. De estatura pequeña, un hermoso par de ojos enmarcado por una cejas bien delineadas que enmarcaban tan hermosos luceros, un cabello negro y brillante que caía a raudales a un costado de su rostro y sobre todo unos labios que eran capaces de cambiar al mundo al esbozar una sonrisa tímida, casi infantil. De inmediato capto su atención.

- Ferdinand! Ven te voy a presentar a alguien, es mi prima.

El apuesto joven camino hacia las gradas y después de saludar a su amigo, puso su atención en la chica que lo observaba.

- Ella es mi prima, y te la quería presentar.

Se estrecharon las manos y habrían pasado quizás algunos 15 segundos cuando él ya se encontraba enamorado de ese pequeño ser, cuyo brillo en los ojos habían ejercido una especie de hipnosis en Ferdinand, ignorando por completo el mundo que lo rodeaba.




- Mucho gusto Ferdinand, espero que podamos ser buenos amigos. – dijo ella -

Y como si todo lo anterior no hubiera sido suficiente para captar la atención de Él, la suave y melodiosa voz de la chica le pareció la más hermosa sinfonía jamás escuchada,  el candor, la suavidad y lo armonioso de su timbre de voz recalcó lo que había imaginado, que no estaba ante una persona más, y que quizás ella formaría parte importante de su vida.

CAPITULO 3.

Ferdinand tomó aire, ese aire puro y limpio del bosque en el que se encontraba. Solo unos pasos más y terminaría con su existencia. Le preocupaba solo un poco el dolor que le causaría a su madre, no a su padre, del cual se había distanciado desde que se enteró que pronto de divorciaría de su madre.

Pero sobre todo,  el saber que no volvería a verla a “Ella”. La que se había convertido en motivo de su alegría, de sus sueños, la razón de ser en su vida. Aunque nunca le había declarado abiertamente su amor, esa relación, ese vínculo especial que solo los dos tenían era suficiente para alegrar sus días, y no obstante, el alud de problemas familiares y existenciales del joven  lo habían orillado hasta ese punto en sus apenas 23 años.




Cerró los ojos, y dio un paso más. Casi podía visualizar su cuerpo cayendo y golpeando la ladera escarpada de esa cima donde se encontraba para caer finalmente en el caudaloso rio, el cual se llevaría su cuerpo y sabría Dios cuando sería encontrado, si es que algún día lo hacían.

Tan absorto estaba en sus pensamientos, a punto de dar el paso final, que no tuvo tiempo de ver la pequeña silueta iluminada por la luna, que se abalanzó sobre él, haciéndole perder el equilibrio y tumbándolo al piso, donde los dos rodaron lejos de la orilla del acantilado. Los ojos de Ferdinand se abrieron asombrados, “No podía ser!”






CAPITULO 4.

Su relación de amistad con la “chica de las canchas de básquet” fue de pronto una de sus mayores alegrías. Iban y venían para todos lados, tenían confesiones el uno con el otro, y de esa amistad nació una relación difícil de explicar, no solo para los demás, sino también para ellos mismos.

Los rumores por envidia de los demás, quienes aseguraban que él era gay, la corta edad de la joven, y los problemas personales de cada uno de ellos, impidió que entre ellos se forjara un noviazgo hasta entonces. Ella conoció a más personas e incluso tuvo algunos novios, pero eso nunca demeritó su relación con Ferdinand, ni mermó en lo más mínimo la confianza y el apoyo mutuo que siempre se profesaron.

Ella era visitante asidua de la casa de él, donde la madre de él le tenía toda la confianza del mundo.

Como ese día en específico, cuando llego a casa de él, quizás a las 7 de la noche, de una noche de luna llena que alumbraba todo ese hermoso valle en el que vivían.

Después de tocar con sus nudillos la hermosa puerta de madera fina, se escuchó el sonar de un cerrojo al abrir, era  la madre de Ferdinand.

- Hola señora, esta Ferdinand?

- Si pasa hija, está en su habitación. Qué bueno que vienes, tuvo una discusión con su padre el día de hoy, y no ha salido de su cuarto, a ver si tú lo puedes contentar un poco. Pobre hijo mío, todo esto del divorcio lo ha afectado más a el que a nosotros mismos.

- Claro que si señora, con permiso.

Ella subió las escaleras, tenía la confianza absoluta y plena de los padres de él.

Tocó la puerta y espero pacientemente, pero no había ninguna respuesta desde el interior de la habitación. Giró la perilla de la puerta y observo la oscuridad de la habitación.

- Fer? Estas bien? Tu mamá me dejo pasar.

Encendió la luz de  la habitación y pudo observar que el cuarto estaba vacío. Casi sale de ahí cuando una hoja sobre el escritorio con algunas palabras escritas llamo su atención. La tomó y empezó a leer, sorprendiéndose y empezando a correr, llevándose la carta consigo. Se despidió apresuradamente de la madre de Ferdinand y paró en la calle al primer taxi que paso, el cual arrancó a toda velocidad perdiéndose entre las pequeñas calles ya desiertas del pequeño pueblo.





CAPITULO 5.

- Tu??! Que haces aquí? Como supiste?

-Si, yo. Fui a tu casa y leí la nota que le dejaste a tus padres. Supuse que este sería el lugar en donde estarías, y no me equivoque. Cómo pudiste siquiera pensar en esto??

- Tú… tú no sabes lo que es mi vida, no tienes una idea! déjame hacerlo…

- Esta no es la solución, solo empeoraras las cosas!

- Ya lo tengo decidido.

- Pues entonces hazlo, pero te advierto que no estás solo en esto, y si tu saltas, yo saltaré contigo.

- Que?? Estas loca? Claro que no!

- Pues ya te lo digo, si tú lo haces yo iré tras de ti.

Al ver la determinación de la joven, y su rostro bañado de lágrimas, sabía que hablaba en serio. Desistió de su intensión y se abrazaron. Caminaron hacia la carretera y de ahí de regreso en taxi a la casa de él.

Prometieron no volver a hablar del tema, ni mencionarle nada a nadie.



Con el tiempo, la relación de ellos prosperó. Por fin se materializo todo en un noviazgo, siendo la relación de ellos la envidia de todos en el pequeño pueblo. Meses después, el divorcio de los padres de Ferdinand se llevó a cabo. La madre de él decidió regresar a Estados Unidos, y Ferdinand con todo el pesar del mundo decidió irse con ella, dejando quizás al amor de su vida. Al “ángel” que le había salvado la vida aquella vez, sin prometerse nada el uno al otro.






Ella lo fue a despedir al aeropuerto, ambos lloraron y un abrazo y un beso sello esa despedida, la última vez que se volvieron a ver en la vida.


FIN.

EPILOGO.


Esta historia me fue contada por Ferdinand hace algunos meses. El emigró a Estados Unidos, actualmente trabaja en una compañía exportadora de artículos entre Estados Unidos y Europa. Si mi probada y demostrada masculinidad me lo permite, puede decir que sigue siendo un hombre en extremo apuesto. Pero sobre todo, noté en el nobleza, caballerosidad y humildad, no obstante lo bien remunerado que es su trabajo, lo cual le permite varios lujos como viajes, autos deportivos de marca y una vida por demás holgada.

Quiso el destino y la vida que él me contactara por Facebook. Sin rodeos se presentó conmigo, me contó parte de su vida, y en específico la historia que les acabo de contar.



- Ferdinand: Te conocía de oídas, y solo quería asegurarme que eras una buena persona. Después de platicar contigo me quedo tranquilo, porque sé qué harás muy feliz a Helen, la chica de la cancha de basquetbol de la cual me enamoré, la cual siempre será, y disculpa mi franqueza, el amor de mi vida. Ella se nota muy enamorada de ti, y por lo que sabes de mí, sé que ella te habrá hablado mucho de nosotros. Pero te aseguro, conociéndola como la conozco, que esta historia que te acabo de contar nunca te la contó, porque prometimos no contársela nunca a nadie.

Y en efecto Fer tenía razón, Esta parte de la vida de Helen no la sabía.

- Ferdinand: Cuídala mucho, ella se merece lo mejor y si yo no pude ser esa persona, aunque lo intente después, espero de corazón que seas tú. Tienes un ángel en tus manos, trátala como tal y hazla muy feliz, ella no se merece nada menos que eso.

Siendo una plática de caballeros, acepte el encargo de dedicarle mi existencia a mi querido amor. Y es así que un ángel puede bendecir dos veces. Quizás a él le salvo la vida aquella noche de luna llena en un pequeño bosque de Texcoco. Pero a mí me la salva día a día al darme uno de los motivos más hermosos para seguir viviendo, que es la promesa de una vida juntos hasta el fin de nuestros días.


Saludos!