Recuerdo aun la primera vez que los ví. Inertes, fríos, rígidos. Todos con la vista cerrada. Parecían calcetines rotos que alguien se había apiadado en remendar, pues las suturas les recorrían todo el cuerpo.
Era el año de 1996, mi primer curso de anatomía humana en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Me encontraba en el anfiteatro propiamente vestido para tal ocasión: Bata blanca, guantes de látex, cubrebocas (Muy útil para disimular el olor a "queso rancio" que emanaban de los cadáveres).
El ardor en los ojos, producto formol que se utilizaba para conservar los cadáveres, ocasionaba que las lágrimas se me escurrieran.
No podía con todo eso. Me daba asco y nauseas tocar esa piel acartonada, llena de manchas oscuras. Mi deber era quitar la grasa amarillenta del tejido y dejar al descubierto el músculo que teníamos que estudiar.
Siempre pretexté cualquier cosa para salir corriendo del anfiteatro, pues las nauseas ocasionaban espasmos que por poco hacían que volviera mi estómago.
Y así paso ese semestre, el cual cabe mencionar, reprobe precisamente por lo mismo, mis ausencias del anfiteatro, en específico, a la clase de disección.
Al siguiente semestre no tome la materia. No podía aun con el asco y con la suciedad que sentía que no se iba, por mas que tallaba mi cuerpo bajo el chorro de agua caliente de la regadera de zinc de mi hogar (ajas!, que profundidad jajaja).
Con el tiempo me cambié de carrera, de odontología pase a medicina y otra vez lo mismo. Tenía que tomar el toro por los cuernos y poco a poco me fui familiarizando con los cadáveres, ya no me daban asco.
El nuevo anfiteatro ayudo mucho. El ambiente parecía de salade operaciones, no como en el anterior anfiteatro, que la iluminación era mala, que olía mal por todos lados, que las moscas eran parte de la matrícula estudiantil y no faltaban nunca a las clases.
El nuevo anfiteatro, muy limpio, con refrigeración, lleno de luz, ayudaba mucho la verdad. Tenía una sala audiovisual donde de vez en cuando se daban conferencias sobre temas medicos. Algunas de las veces, acudian laboratorios medicos a ofrecer o mostrar sus nuevos medicamentos. Esto lo hacian en la sala o recibidor del anfiteatro, donde ademas de mostrar sus productos, llevaban pequeños refrigerios (sandwichitos, cuernitos, fruta, cafe, te, etc). El alumno que no alcanzaba a almorzar en su casa ahí se desquitaba, muchas de las veces fui yo jejeje.
Una de las actividades que nos ponían a realizar a los nuevos estudiantes era limpiar huesos. Los cadáveres con que cuenta el anfiteatro son en su gran mayoría, hombres indigentes cuyos familiares no reclaman sus cuerpos. Duran determinado tiempo en conservación y si no son reclamados podemos empezar a practicar en ellos. Muhcas fueron las veces que les abrí el pecho, corte pulmones, abrí corazón, quite músculos, descubrí arterias y venas, etc.
Cuando el cadáver ha sido estudiado muchas veces y ya esta muy "cortado" de todos lados y no se puede trabajar mas en El, se "coce" literalmente en partes en un cazo de aluminio. Esto se hace para que la carne este blandita y de este modo, ayudados de un cuchillo, nos tocaba raspar y quitar la carne y dejar el puro hueso, el cual se limpiaba bien y se cubría con barniz para posteriormente ser llevado a la Osteoteca del anfiteatro, donde se guardan para su uso en las clases donde nos toca estudiar huesos.
Un dia de tantos, llegue con mis compañeros al anfiteatro, y en el recibidor estaban unos laboratorios con medicamentos y tentempies.
Un delicioso aroma llego hasta mi naricita.
- Diesel: Ummmmmmmmmmmmmmmmmmm!! Ahora si se dejaron caer estos del laboratorio, huele a pollo frito!! Onde estara??!
Mis compañeros viendome con cara de incredulidad.
- Compañeros: No seas menso! Eso que huele son los cadáveres que estan cociendo!
- Diesel: Que??? Buuuuuuuuuurrrrrrppp
Ahi voy para el baño.
Y despues de tantos años todavía es hora que no se me quita el asco al pollo frito.
:S
Saludos!