Con su inconfundible vestimenta de diseñador, su pañoleta al cuello y su eterna maleta de rueditas arrastrando tras de sí, las 3 aeromozas de la compañía aérea en la cual había de tomar mi vuelo de regreso a Juárez se perdieron en el tubo que conducía al avión, ante la vista y la expectativa de todos los presentes que impacientes esperábamos poder abordar la aeronave.
Ya dentro, la mirada de altivez y desdén se torna un poco más cálida, nos dan la bienvenida al vuelo, y proceden a dar las clásicas instrucciones sobre el uso del cinturón, las salidas de emergencia, flotadores, mascarillas de oxigeno, etc. Pero esta vez, contrario a la costumbre y tradición, lo hacen apoyadas por un video el cual es reproducido en las pequeñas pantallas del avión. De todos modos, las clásicas señales de la señalización de las puertas no pueden ser omitidas, y las sobrecargos haciendo uso de sus brazos y manos apuntan a la localización de las mismas cuando el video las menciona.
Pasada una hora del viaje, se despojan de sus chaquetas de diseñador (Por ahí leí que un tal Hector Terrones, diseñador mexicano de alta costura había sido contratado por la aerolínea para diseñar los atuendos de las azafatas y de los sobrecargos), y son reemplazadas por mandiles (Muy fashions también) pues ha llegado la hora de servir los aperitivos en el avión. Junto con la las chaquetas se van también las miradas de superioridad, y son reemplazadas por modales serviciales durante los minutos que dura la entrega de tentempiés y aperitivos.
Alguna vez vi una película sobre azafatas, donde también ellas contaban con rangos o escalafones, siendo las mejor preparadas en cuanto atención al cliente, conocimientos e idiomas destinadas a los vuelos internacionales.
Al final la verdad se descubre y Gwyneth tiene que decidir entre su anhelado sueño de ser azafata internacional o seguir en los vuelos pequeños pero con el amor de la persona que conoció en ese entonces.
Los aperitivos han sido servidos y después de recoger los pequeños vasos desechables, servilletas y empaques de galletas, las azafatas del avión en el que voy vuelven a ponerse sus chaquetas.
De los primeros compartimentos de equipaje toman sus pequeñas maletas, de dónde sacan cosméticos y se proceden a pintar y retocar sus atuendos, incluidos los pequeños sombreritos o gorros que forman también parte de su uniforme. Y como por arte de magia, la actitud de altivez también ha regresado.
Anuncian el descenso del vuelo, mueven pequeños botones aquí, botones allá y finalmente llegamos a nuestro destino. Nos dan la despedida del avión, invitándonos a realizar nuestro siguiente viaje con ellos, y abandonamos el avión.
Ya en el área de recolección de equipaje, las volvemos a ver, caminando rumbo a la salida detrás de los capitanes, con su misma actitud y miradas altivas de herederas o princesas europeas, y las vemos perderse en las puertas de salida siempre seguidas de cerca por sus pequeñas e inconfundibles maletas de rueditas.
Saludos.
1 comentario:
Es curioso como se vive el mundo en las alturas...
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