Las leves ráfagas de viento movían un poco los papeles tirados en la calle. Eran parte de la basura dejada por los cientos de clientes que durante la tarde habían abarrotado el improvisado mercado de vestimentas en el pequeño pueblo.
Ahí se encontraba él, absorto en sus pensamientos como siempre. Nunca se casó ni prosperó, y pasó de ser una persona alegre y un trabajador ejemplar, a un zombie viviente.
Un leve murmullo se fue haciendo un poco más grande hasta que logro identificar el sonido de una pequeña motoneta, que a lo lejos se acercaba a la camioneta que él conducía, la única pertenencia que le quedaba después de perder su casa, su trabajo, sus amigos, su familia…
La figura de un motociclista era ya divisable, y su mente viajó, como era costumbre, hacia años atrás, hacia muchos años atrás…
Era su tercer mes como transportista de carga pesada, al principio había batallado para poder manejar todos los cambios que el tráiler poseía, pero sus ganas de trabajar y salir adelante pudieron más que su falta de conocimiento y, dentro de pocos días, maniobraba con singular destreza la enorme máquina de acero.
Esa tarde su vehículo estaba cargado y listo para salir. Estaría tres días fuera. Este viaje de última hora le había “caído del cielo” literalmente, y con la paga del flete daría un abono sustancial a la hipoteca de su casa, y aún le sobraría un poco para invitar a salir a la secretaria del patrón que disimuladamente le había insinuado que, si la invitaba a algún lado, ella aceptaría.
Iba ya un poco retrasado en su itinerario, así que tomó una desviación que le ahorraría algunos minutos, cuando de pronto, el impacto fue inevitable.
Un motociclista salido de la nada se interpuso en su camino de pronto, no pudiendo frenar a tiempo, y embistiéndolo, lanzándolo por los aires, ante el horror y gritos de una joven que atónita observaba la escena.
- Fue un accidente. Le dijeron las autoridades, y se repitió él mismo durante muchos años. Pero aun así, nunca lo creyó, como nadie le creyó que las noches, cuando el cielo está en calma y su corazón palpita con más fuerza, puede ver al joven que atropelló, quien lo observa con una mirada inmutable, que no denota sensación alguna.
El ruido de la motoneta lo saca de su letargo y logra distinguir que el motociclista no es él, sino ella. La sangre se le enfría cuando logra ver detrás de ella a otra motocicleta, a una muy familiar para él: la misma motocicleta que el embistió hace tantos años, y que es manejada por una persona con un rostro que él no olvidará jamás.
BRANDON.
Esa noche era especial para Brandon, vería a su novia, el amor de su vida y con la cual había pensado seriamente en comprometerse. Ella le correspondía y quizás solo será cuestión de algunos meses para formalizar la relación. Ese día se lo propondría y decidió pasar por ella.
Llegaron al restaurante para el que Brandon ahorró toda la semana. “Ella se merece lo mejor” pensó. Como el caballero que era, dejó a su novia en la puerta del restaurante.
- Espérame, dejaré la moto en el estacionamiento de atrás, no tardo.
Enfiló por la calle hasta topar con la lateral que lo llevara al estacionamiento trasero cuando de pronto es golpeado fuertemente por un tráiler que no había advertido su presencia.
De pronto toda su vida paso ante sus ojos, deteniéndose en el recuerdo de su bella novia, en segundos que parecieron congelarse, y volteando hacia donde estaba ella pudo ver la cara de horror que se había dibujado en su faz. Lo siguiente pasó tan rápido que no lo sintió. Giros en el aire, golpe en el asfalto y una sensación de paz que contrastaba con los múltiples derrames internos que poco a poco empezaban a cegar su vida, siendo sus últimas palabras para su novia que ahora lo sostenía en sus brazos mientras derramaba tantas lágrimas que habían bañado por completo a Brandon. “Siempre te voy a cuidar”…
De pronto todo fue oscuridad, y eventualmente, en diversas ocasiones durante todos los años siguientes lograba ver rayos de luz que lo invitaban a acercarse, pero él no podía irse, había hecho una promesa, y la iba cumplir.
Como aquella vez que la que había sido su novia iba a abordar un camión y él, acercándose a su oído le susurro que no lo hiciera, que lo dejara pasar. Su ex novia sorprendida por el escalofrió que le ocasionó cierto murmullo, hizo caso al invisible ser, y más adelante, cuando tomó otro camión pudo ver el primer camión estrellado contra otro vehículo y varios heridos descendiendo del camión. Se había salvado.
Se fue acercando más y más a ella, hasta que en determinado momento ella aceleró más y más, perdiéndose en la negrura de la noche que ya vestía con su oscuro manto las pequeñas calles del pueblo.
LA MOTOCICLISTA.
El hambre calaba ya en su estómago. No había tenido oportunidad de probar bocado en todo el día. Se había quedado dormida. La somnolencia de haber pasado casi toda la noche hablando con su novio por teléfono le estaba cobrando factura y habían hecho que pasara gran parte del día dormida, despertando con un voraz apetito.
Decidió de pronto ir por unas alitas al carbón que tan bien preparan, y tan bien saben en el puesto que había sido todo un descubrimiento para ella.
Tomó la motoneta que había adquirido recientemente y aceleró el vehículo, dirigiéndose al mencionado lugar.
Ordenó su pedido y regreso por donde había venido. Notó una camioneta negra que había encendido las luces cuando ella pasó y que lentamente la empezó a seguir.
Entonces lo escucho, un sonido de una motocicleta acelerando detrás de ella. El sonido era inconfundible y se escuchaba tan cerca, que pensó en orillarse para darle el paso al vehículo que venía detrás de ella.
La sangre se le heló cuando mirando al retrovisor primero, y volteando completamente su cabeza hacia atrás, notó que no venía nadie en motocicleta detrás de ella!
Y sin embargo, el ruido del motor de motocicleta se escuchaba cada vez más cerca. Pudo ver solamente a lo lejos la camioneta negra que venía lentamente y a la cual estaba dejando muy atrás.
Sintiendo que el corazón casi se le salía del pecho de la exaltación, hizo lo que nunca antes, aceleró al tope del velocímetro su vehículo y poco a poco fue dejando de escuchar el sonido de la motocicleta detrás de ella, hasta que por fin llegó a su casa.
Cenó las alitas, y unas horas más tarde llamó a su novio.
- El: Que paso amor? Ya cenaste?
- Ella: Si amor, ya. Unas alitas.
- El: Oh, y que tal están?
- Ella: Pues no son como las alitas que me llevaste a comer cuando fui a Juárez a verte, pero pues más o menos.
- Drago: Ah, claro que no, Las Alitas del Pockets son las mejores de México.
- Elena: Y si, si te lo creo, son las mejores… Por cierto que crees que me acaba de pasar? Algo muy raro…
- Drago: No lo sé amor, dime, te escucho…
FIN.
P.D. La primera historia la invente, en la segunda el suceso trágico si ocurrió, y la tercera me lo acaba de contar mi novia hace unos días. Creo que todas en conjunto forman una explicación “coherente” de lo que pasó en realidad esa NOCHE PARANORMAL...
Saludos.
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